lunes, 18 de abril de 2011

Cuando las diferencias desaparecieron: El Galpón 11


Rosario tenía la necesidad de construir un espacio en el que pudieran confluir los más diversos y particulares estratos sociales; un lugar donde aquello que los aleja, también fuese capaz de juntarlos. Sede de espectáculos y eventos, el Galpón 11 se erige desde 2005, como la cuna irrevocable de la cultura rock en la ciudad y alberga en las orillas del Río Paraná, las producciones más distintas, los creadores más disímiles y la majestuosa heterogeneidad de una audiencia que se hermana para disfrutar de un buen momento.

Pero, ¿cómo es posible que un viejo galpón olvidado, represente hoy los cimientos de algo que es afín a los cientos de espectadores que en él convergen? Ariel Giannuzzi es coordinador de producción del Galpón 11 y su trabajo no sólo remite a la programación artística del lugar, sino también a la implementación y diagramación de políticas relacionadas con el rock y, lo más importante, con poder hacerlo. “Este es el lugar para que todo pase, compartir es hacer crecer” dijo en un carácter de bohemio que se mimetizaba con la responsabilidad y el compromiso. Agregó después que independientemente de lo particular “existe un código en común, una visión que tiene el rock y que representa una búsqueda de liberación, de expresión de ideales y también de identificación”. Comprenderlo fue sencillo cuando remató como haciéndole honor a una juventud muchas veces marginada: “Éste soy yo y puedo decirlo a mi manera”.

Ahí en el río, a la altura de Sargento Cabral, la integración social es un hecho, un objetivo alcanzado. “Tiene que ver con momentos y con diferentes formas de expresarse, pero básicamente el núcleo es ese sentimiento rockero. En esto sí pueden confluir diversas personas que viven momentos comunes y pueden pasarla bien”. Giannuzzi sabe de lo que habla, fue testigo directo de un 21 de setiembre que logró hacer coincidir, en el mismo escenario, a una radio cuyo estandarte se dibuja en la música de Vilma Palma e Vampiros con una banda como Decadencia: Punk y conformada por chicas. “Probablemente en otros lugares hasta se mirarían feo, pero a nivel rock esto es como la casa de la abuela, van vos y tu primo que no tienen nada que ver. Eso está bueno”, expresó.

La zona de galpones del Parque España configura un proyecto general conocido como la Franja Joven del Río. Con el apoyo de las autoridades provinciales, los distintos galpones componen una propuesta cultural con el arte y sus manifestaciones como único epicentro. El Centro de la Juventud marca el inicio de un proyecto complejo y ambicioso. Lo suceden los movimientos de actualidad en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC); el circo y la Escuela de Artes Urbanas en el Galpón 17; exposiciones y muestras continuas en el Galpón 15; y próximamente, en las entrañas del Galpón número 13, una fábrica didáctica con talleres de reciclado y elaboración de juguetes. Ariel reflexionó al respecto que “es verdaderamente una forma de hacer crecer a la ciudad, de verlo desde otro aspecto, más amplio, un poco más profundo y comprometido con lo que la ciudad produce y con lo que la ciudad elige”. Destacó que el emprendimiento se encuentra situado en un territorio central, muy privilegiado, y que “la gente puede expresarse en un espacio público que les brinda seguridad y apertura”.

No hay dudas de que el Galpón 11 es un alumno destacado en esta escuela donde la sociedad toda opta por interactuar. Y sí, la cultura es aquí el docente apasionado por su profesión, la principal herramienta para que seres distintos aprendan a conocerse. La elección de las propuestas es totalmente abierta: “El límite es que no sea conveniente para la sociedad o que esté destinado a fracasar”, explicó el responsable del galpón, a lo que agregó: “Esto tampoco expulsa a nadie, sino que se reformula el proyecto para que tenga lógica”.

Lo próximo en la agenda del 11 es la Freestyle Massacre, una competencia donde el alma mater es el Hip Hop, con todo lo que engloba este movimiento. Las palabras de Giannuzzi bien pudieron resumirlo: “Es casi una riña de gallos pero con palabras…con poesía”.

Hip Hop para salir de la calle

La batalla de raperos inició pasadas las 16. Si bien estaba programada para las tres de la tarde, Claudio todavía probaba sonido cuando el reloj marcaba la hora del encuentro. Conocido por sus pares como El Cuarto Poeta Plebeyo, es uno de los organizadores de la masacre verbal, pero cuidado, que la denominación no confunda, porque acá los insultos restan y lo que vale son las rimas bien improvisadas e inteligentes.

“El Freestyle surge en EEUU. Los raperos no podían sustentar el armado de la música, entonces con sonidos que emiten con la boca (beatbox) empiezan a rapear. Después, por las rivalidades de los barrios, se fueron creando las competencias que hoy conocemos”, expresó El Poeta al compás de una melodía que, de fondo, anticipaba lo que estaba a punto de pasar.

En Rosario el evento ya cuenta con cuatro años de antigüedad y bajo el auspicio de la Secretaría de Cultura, ostenta gran concurrencia y popularidad; además de ser uno de los géneros que más inclusión genera respecto de los sectores más desfavorecidos. “La realidad es que el HIP HOP abarca mucho más a la clase baja. Desde sus orígenes fue así, cuando nació lo usaban como una forma de protesta por la discriminación y la marginalidad que tenía que sufrir la gente de color”, Claudio hace una pausa y prosigue: “El género nace de la clase baja y después se remite a otros sectores. Hoy la clase media y la clase alta también lo practican y existen raperos que nacieron en sectores marginados y a través del reconocimiento que les dio el género ya hablan de sus mansiones y sus autos caros”.

Lo cierto es que el Hip Hop es para muchos, un escape del destino, una vuelta de tuerca y la mejor alternativa contra una vida no merecida y poco conveniente. Entre las mil caras que se agolpaban bajo las chapas del Galpón 11, entre grafitis y olor a cigarrillo, sobresalía una mirada. No eran los ojos del padre que bailaba de la mano de su hijo de seis años; tampoco la carita de la beba que a upas de mamá se adormecía con una canción muy ajena a los arrullos. La mirada le pertenecía a él, ese que desgasta siempre más las zapatillas, ese que te pide con respeto que le compres un pañuelo, una flor, una rejilla. En el Freestyle ya no era diferente, se perdía entre la gente, era un nene, uno más. Claudio concluyó con orgullo: “Si, con eso no hay problemas, puede venir un chabón que tiene plata y otros que no. Acá llegan pibes que juntan la moneda durante meses para poder competir. No hay problema con eso, nuestras puertas siempre están abiertas”.