martes, 14 de junio de 2011

De Superhéroes y Villanos


El Crack, Bang, Boom
otra vez en Rosario
La segunda convención internacional de historietas regresó
al Centro de Expresiones Contemporáneas y fue muy concurrida.


El bullicio de la gente desbordaba los enormes ventanales que, de cara al río, enmarcaban una postal de caricaturas. Superhéroes oscuros y de cuerpos esculpidos pregonaban de un lado para el otro sus figuras de colores, reavivando un colectivo imaginario donde la realidad era fantasía, donde la vida transcurría dentro de un cómic. ¿Verdad o mentira? Quien vivió la experiencia no encontrará certeza alguna, ni palabras para describirlo. Porque ingresar por esa puerta era mucho más que visitar una simple convención, era más que otra propuesta de la agenda cultural; aquello era distinto… era transformarse, por unos instantes, en un personaje de historietas.

El Centro de Expresiones Contemporáneas bosquejó la escenografía perfecta para que la Segunda Convención Internacional de Historietas fuese un éxito rotundo. Crack Bang Boom, el poder de tres onomatopeyas capaces de atraer la atención de interesados y ajenos, autoras de un espacio de intercambio y recreación donde los sentimientos se mezclaban en un caleidoscopio de actualidad y de recuerdos. El arte estaba presente en cada rincón del establecimiento y los ídolos de la infancia se erigían en esculturas de una precisión incomparable, anheladas por muchos y alcanzadas por muy pocos. El nombre de Martín Canale era destacado en cada una de las obras, cuya majestuosidad se reflejaba en los ojos de una audiencia que, atónita, contemplaba la vehemencia de un Hulk enfurecido, o la maldad en la mirada de Drácula en plena lucha contra Blade. Imaginar lo que vendría después era complicado y despertaba en el espectador una sensación de extrema curiosidad. Todo era asombroso como impredecible, cuando de pronto los sables de luz hicieron su aparición: era como vivir la Guerra de las Galaxias desde adentro.

Personajes, cómics, libros y espadas hacían a un conglomerado utópico pero real, y con el paso de las horas se acrecentaba aún más el número de personas que se agolpaban en el CEC en busca de conocer el verdadero mundo de las historietas. Desde Los Simpson hasta Batman y el Joven Manos de Tijera, desde La Noche de los Muertos Vivos hasta la entrañable figura de Mario Bros, todos en su empaque original y sólo para coleccionistas. Hadas y dragones en pos de la Edad Media decoraban un stand donde toda la magia se acopiaba en un mismo sitio; un lugar en el que plumas, espadas y vikingos eran la atracción principal. El don del dibujante emanaba por los poros de muchos artistas presentes, algunos maniobrando suaves pinceladas sobre camisetas adornadas en el acto, otros vistiendo en el papel a los personajes del futuro. Mientras tanto, una pantalla gigante se explayaba en un extremo con historias de otros tiempos y en la guardia de la misma estaba allí Mendieta Perro, en memoria del gran Roberto Fontanarrosa, exponente si los hay de la historieta argentina. No podían faltar Superman y la Mujer Maravilla, caminando, así, entre la gente, adorados y perseguidos por los flashes incandescentes de las cámaras de fotos.

En otro extremo del salón, como escapando a la fascinación del público, se presentaba la otra cara de la moneda. Ya no estaban los personajes, no había páginas ni textos, sino un bar engalanado por un escenario cargado: cargado de creadores. Ahí estaban ellos, dando a conocer su obra y su discurso, los inventores de una esfera del arte consumida desde siempre y valorada eternamente: el cómic. Eran ellos, los verdaderos hacedores de sueños y proezas; los que captan, edición tras edición, la atención de jóvenes y adultos; los héroes del lugar, los más aplaudidos. Ariel Olivetti, Martín Canale, Salvador Sanz y los hermanos Fiumara, fueron algunos de los presentes en esa tarde de domingo cálido y concluyente. Porque sí, ese 12 de junio y luego de cuatro días de imaginación ininterrumpida, el Crack Bang Boom llegaba al final de su segundo recorrido por Rosario y dejaba una estela de luces marcando el camino hasta la próxima ocasión. ¿Qué esperar? El año próximo ¿Qué decir? Imperdible.