jueves, 3 de noviembre de 2011

DE CANCIONES Y ACUARELAS

Un día en la vida de
dos artistas locales
Representantes de la música y la pintura locales se animan a
compartir sus historias en exclusiva.

La música, la pintura, el arte en su máximo esplendor… son los anhelos y pasiones de aquellos seres humanos que ambicionan perseverantes, expresar lo que sienten, piensan y quieren. La ciudad de Rosario es fuente inagotable de miles de talentos ocultos y amantes de la belleza; seres fascinantes que, dotados de sensibilidad, son capaces de transformar lo más monótono, en algo original y creativo. Gustavo Martín y María Esther Nacimbera, forman parte de ese cupo limitado de personas que pintan de colores hasta los acordes más grises. El primero, intérprete y autor de canciones propias y prestadas; la segunda, artista plástica y docente. Ellos configuran a su paso la identidad cultural de toda una ciudad y es por eso que su historia, merece ser contada.

Entre acordes y baladas

Gustavo Martín es uno de los pocos músicos locales que tienen la posibilidad de vivir íntegramente de la música. Quizás porque es virtuoso, carismático; o tal vez porque a kilómetros de distancia se puede entender el latido de su corazón al momento de entonar una canción. Apasionado como pocos, cada melodía, cada nota y cada letra, emanan desde lo profundo de su ser y se reavivan, se enfurecen, en su vocación y en los aplausos reiterados de la gente que lo escucha…

- ¿Cómo comenzaste tu carrera artística?


- Viendo a uno que hacía lo mismo. Yo tenía 22 años, ahora tengo 47, y vi que él expresaba lo que sentía por medio de una canción, a través de la palabra y un instrumento, y así fue que me puse estudiar. Nada que ver con lo mío, yo había estudiado ingeniería mecánica por casi tres años, tenía un taller metalúrgico, una casa, me estaba por casar, era un tipo totalmente técnico (sigo siendo técnico), mi vida estaba bastante resuelta. Pero fui dejando de a poco, no dejé todo de golpe, no es que me “flashé”, como dicen ahora, pensé que era una vocación, lo que realmente me gustaba. Y así pasé de tener tres o cuatro clientes al “yo quiero tener un millón de amigos” de Roberto Carlos, voy haciendo ese camino.

- ¿Hasta entonces nunca habías estudiado música?


- No, nunca. Pero me puse a estudiar en serio, y hasta donde pude, porque como quien dice, yo tengo mucha sensibilidad para el torno. Pero bueno, en la música no fue tanto buscar el tema de ser “el gran cantor” sino simplemente tratar de pintar con una letra algo: un paisaje, un amor, la parte social, para mí es eso.

- ¿Qué representa entonces, hoy, la música en tu vida, después de todo?


- El 80 por ciento. Porque todo, la letra, la música, es la vida. Cada circunstancia la asemejo con la música, es una parte sumamente importante y vos vivís todo el día pensando en esas cuestiones. Para colmo, la música no solo depende de tocar la guitarra y cantar, es también conseguir trabajo, siempre tratar de ser un tipo lo más cordial posible. La cordialidad siempre hasta en los momentos adversos, uno puede no estar de acuerdo con la idea y retirarse pero no dejar de ser cordial, eso lo aprendí con la música. Es distinto a otros trabajos, en la música tenés que hacerte más del alma, aguantártela un poco más porque la cosa es bastante abstracta. Entonces, para no llegar a ser falso, ¿cómo vendo lo que ejecuto? Yo cambié los tres clientes por el millón de amigos, pero el millón de pesos no, entonces había que ver cómo trabajar dignamente de la música.

- Hoy tus hijos participan junto a vos de shows y presentaciones, ¿Cómo decidiste que este podía ser un proyecto familiar?


- No sé si es un proyecto familiar, porque eso es una circunstancia. Los chicos que tocan conmigo lo hacen porque les gusta, yo no los fuerzo a tener esto como medio laboral. Tal es así, que el que me acompaña, Leandro, que es primera guitarra, está estudiando abogacía porque él siente eso. Y el trabajo, podríamos decir el oficio, es la música, pero fue una elección propia. Al chiquito, de nueve, también le gusta mucho la música, pero yo no lo fuerzo a que lo haga. Además esto no es un “Operación Triunfo” acá vamos alimentando el alma. Estamos en otros caminos y yo me considero un triunfador pero porque mantengo una familia, porque somos felices, porque somos unidos a pesar de que uno viaja, de que está afuera, de que a veces deja muchas cosas. Por ejemplo, los viernes, sábados y domingos míos son de trabajo, yo tengo que dejar a mi familia para estar en la fiesta de otro; eso requiere todo una carga que hay que aguantar. Los viajes que hacemos en la temporada, dormimos todos en una trafic con sonido con todo, o dormís en la cochera de un casino, o debajo de un árbol al lado del arrojo, y a veces te preguntan, ¿si te va tan bien por qué no dormís en un cinco estrellas? Y no, porque el cinco estrellas es mi casa.

- ¿Pasaste por alguna experiencia en esto que es la música, que vale la pena recordar?


- Todo. A mí me vale la pena recordar, por ejemplo, un 25 de julio de hace 4 años atrás. Estaba tocando en Federación, era más o menos para las vacaciones de invierno, estaba solo y me agarró un ACV. Me tuvo que ir a buscar mi señora con mis viejos a 600 km de acá y estuve 30 días internado en el HECA. Se ve que Dios me dijo, loco, vos tocás bien la guitarra todavía así que no quieras tocar el arpa y me mandó para acá de vuelta. Pero bueno, ahí tenés una experiencia que vale la pena recordar en los momentos en que uno está muy acelerado, porque se debió a esas cosas. Es decir bueno, yo doy hasta acá, y frenar. Es una experiencia que se debió a la música y que me dejó la enseñanza de poder tranquilizarme un poco en algunas cuestiones, tratar de dormir un poco más, sin liquidar tanto la cabeza, frenar cuando uno está muy exigido en cosas que no valen la pena y exigirse un poco más en otras, como por ejemplo, darle una mano a alguien o valorar muchas otras cosas.

- ¿Cómo es la respuesta de la gente hacia tu trabajo?


- Buena, normal, aunque yo no soy un tipo de revolear el poncho, ni del agite. Trato de transmitir algo por medio de una canción, ya sea mía o de otro autor. Me tiene que gustar mucho la letra de una canción para que yo la interprete, porque por más que estén de moda, algunas canciones yo no podría cantarlas. Hay gente que dice, cantá esto porque va a pegar y yo no quiero eso, obviamente que a uno le gusta que lo aplaudan pero la parte genuina está cuando sos coherente con lo que cantás. Si no sería falso. Y la respuesta es buena por eso, porque lo que hago me gusta. Por ahí los autores no reflejan eso y tampoco está mal porque vivimos de esto aunque parezca comercial. Todo tiene su cuota de comercialidad, yo voy a pelear los precios porque no se trata sólo de las dos horas que cantás, hay todo un estudio de gente que está atrás tuyo y todo eso tiene un costo.

- En Rosario, ¿las autoridades apoyan al artista local?


- Yo humildemente hago algunos trabajos para la parte municipal de cultura. Lo que pasa es que, de vez en cuando algún trabajo te dan, pero yo circulo bastante y acá trabajo en los lugares que puedo. No voy dependo tanto de la Municipalidad. También son estructuras, hay tipo que están ahí y esperan que les llegue algún trabajo y, a lo mejor no es porque no te lo quieran dar, pero tenés que estar ahí para que se acuerden.

- ¿Pero fomentan o no?


- Creo que sí. Se hacen cosas en los distritos y eso. No sé los eventos grandes como los del Monumento, por ahí traen a un tipo que tiene que ser convocante, pero es porque si no el rosarino no va a verlo, y me incluyo, somos medio así. No sé si es tanto la municipalidad, a veces los medios no te dan bolilla, se la pasan hablando del otro, pero vos le llevas un disco y no te lo pasan, aunque hay excepciones. Osea, para que vos estés un poquito sonando tienen que pasarte y eso tiene un costo, tenés que pagar porque acá no te descubre nadie. Acá hay que tener plata y los locales a lo mejor no contamos tanto con eso.

Pintando una vida

María Esther Nacimbera es artista plástica y su pasión por la pintura se ha convertido en una de las principales causas de su vida. Para ella las obras constituyen un escape, la manera más perfecta de desconectarse del mundo y su realidad de consumismos y reality shows. “Es como una catarsis”, aseguró sin prisa y con una pasividad envidiable para muchos.

María forma parte de este mundo desde muy joven y considera que se trata de una virtud que lleva en los genes: “Hace 51 años que estoy en esto. Empecé porque ya veníamos de familia en lo artístico, había una prima de mi abuela que era profesora de música y pintura, y comencé con ella”. Nacimbera expresó que siempre le gustó la pintura, y que “incluso desde muy pequeña, cuando iba a la primaria, ilustraba todos los cuadernos con dibujos”. Los ojos de la creadora permiten dilucidar una cualidad que a simple vista no se conoce, pero que se sabe con certeza, está presente y perdura en su persona. El reconocimiento de la gente es como una caricia para el alma de todo artista y para María, su público es mucho más que una experiencia gratificante: “Hace poco me encontré con un artista plástico y se acordó de mí, eso es muy valioso, que después de 30 años te reconozcan es muchísimo”. Momentos después contó que una joven que forma parte de un grupo de poesía, le dedicó un poema especial a una de sus obras: “Esto generó que otras personas vayan a ver mi trabajo y tuvo mucha aceptación; si bien esto es muy naturalista, es fantástico a la vez”, opinó.

Respecto de la posibilidad de recibir algún tipo de impulso por parte de autoridades municipales, Nacimbera enunció que “no le dan mucha importancia, ni a nivel municipal, ni provincial o nacional”. Aseguró que los diferentes creadores deben recorrer lugares y espacios para poder vivir de lo que hacen y agregó: “Yo presenté una carpeta en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia y posiblemente recién el año próximo cuente con el espacio para exponer mis obras, pero todavía no es seguro”. A pesar de esto y muchas otras adversidades, la llama que se enciende en el interior de María Esther Nacimbera, continúa flamante y más fuerte que nunca, siempre en busca de nuevas posibilidades, en la lógica por encontrar nuevos colores y formas, alimentando el espíritu de su audiencia y admirando una y otra vez a quienes la siguen. Vigente, presente, en pos de las más bellas creaciones.


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