domingo, 7 de abril de 2013

Trabajar en el cementerio, esa es la cuestión

La vida como la muerte, son dos cuestiones incapaces de ser disociadas de la realidad humana.  Ambas forman parte de la esencia de las personas y son un misterio inexplicable: uno táctil y palpable, reconocible pero nunca determinable; el otro completamente desconocido. La única certeza de la vida es la llegada de la muerte. Lo que resta, es poder asimilarla, sobrellevarla y aceptarla con todo y el dolor que representa.


La cultura occidental se caracteriza por cumplir con una serie de ritos funerarios que, sostenidos en el tiempo, tienen la finalidad de preservar el equilibrio individual y social de los vivos. Los velatorios, la conservación del luto y el tiempo de duelo, constituyen  el momento previo a la despedida definitiva acontecida en el cementerio. Y es en ese espacio particular, donde cientos de trabajadores coexisten a diario con la sombra de la muerte. ¿Qué sienten al respecto? ¿Cuáles son sus experiencias laborales y cómo influye la actividad en su inserción social?

De acuerdo a un informe propiciado por Patricia Inmaculado, Subdirectora de Crematorio del cementerio ´La Piedad´, los difuntos han sido transformados por el común de la gente, en seres ajenos a la vida cotidiana. Forman parte de una dimensión lejana y extraña que se contrapone con la vida y que tiene por consecuencia la angustia incontenible, acompañada de frustración y temor a lo desconocido. En este contexto, los cementerios son percibidos como lugares cerrados, lúgubres y en el imaginario de la sociedad su existencia pierde valor, por lo que la discriminación recae sobre los trabajadores de los mismos.

La dificultad que afrontan los trabajadores de los cementerios, al momento de insertarse en los diferentes ámbitos sociales, se ve reflejada en el hacer de todos los días. Según el documento, quienes se vinculan laboralmente con el cementerio, atraviesan situaciones similares en varios aspectos de sus vidas. En reuniones sociales, por ejemplo, raramente invocan al cementerio como lugar de trabajo, a fin de evitar bromas y expresiones no agradables al respecto. A esto se suman las preguntas constantes sobre qué tareas desempeñan y el hecho de ser los primeros receptores de todas las angustias y temores de familiares y allegados al fallecido.

Por si ello fuera poco, sus familias también se ven afectadas por una sociedad que no concibe como natural, algo tan propio de la vida, como es la muerte. Las esposas de muchos de los hombres del cementerio, se limitan a describir a sus maridos como meros servidores municipales y los hijos sufren a diario, comentarios de mal gusto por parte de sus compañeros.

Muy a pesar de esto, los contra que puede presentar una realidad laboral por el estilo, se contraponen con frecuencia a un lado positivo que dota a los empleados de cementerios, de una sensibilidad particular. “Es como cualquier otra repartición, nada más que se trabaja con el sentimiento”, fueron las palabras del Director de ´La Piedad´, Juan Valiente. El directivo explicó que los empleados deben resguardar el final de la vida y ello implica “saber tratar a la gente y ponerse en el lugar de dolor en el que se encuentran”.

En dialogo con ‘La Voz de los Vecinos’,  la autoridad enunció que trata siempre de “hacer una coraza” para que sus sentimientos no interfieran en sus responsabilidades. Manifestó que la mayoría de los trabajadores, tienen familia sepultada en el lugar y que las leyes son muy frías ante cuestiones como la falta de pago, de tasa o de arrendamiento. En esos casos, el desalojo es inevitable y según Valiente, explicar a los familiares el porqué de la acción es muy difícil. “A veces veo a la gente de lejos y es como si yo fuera uno más, que lleva flores para los cumpleaños, para el día del padre o de la madre. Es un ida y vuelta, donde todos hacemos lo mismo porque también tenemos familiares sepultados”, expresó como suspirando lo inentendible.

Respecto del trato con los familiares y contribuyentes, Valiente expresó que en ocasiones, la gente inmersa en el sufrimiento plantea exigencias irreales: “En esos momentos uno tiene que escuchar a las personas sin discutir, sin llevarles la contra, porque las sacas de su eje y cuando llegan acá están muy dolidas”, reveló. Poco después, agregó que ´La Piedad’ tiene un solar de 700 sepulturas para angelitos (niños) y que lo peor del proceso recae sobre los sepultureros, ya que el resto de los trabajadores se adapta a la tarea diaria con mayor facilidad. 

Historias sin sepultura

Eduardo Visconti trabaja como sepulturero de ‘La Piedad’ hace 24 años y es dueño de una memoria cargada de historias. Llegó a estas tierras sagradas  allá por 1986 y si bien reconoció que al principio le fue difícil adaptarse, el tiempo le enseñó a formar parte de un lugar que él describe como “oscuro, pero tenebroso únicamente para quienes tienen miedo”. 

La tarea del enterrador no es nada sencilla. Debe ocuparse de inhumaciones, traslados, entierros y exhumaciones si el deceso es consecuencia de un homicidio. “Cuando se produce una muerte violenta, hay que esperar hasta que el juez dictamine la exhumación y la autopsia y uno está en contacto permanente con el cuerpo”, explicó Visconti con certera experiencia. Para él setrata de un trabajo como cualquier otro, forma parte de su identidad y es una realidad que ha procesado e incorporado naturalmente. Para el personal más reciente, se torna sumamente complicado.

‘La Piedad ´cuenta con dos cuadrillas de sepultureros que rotan entre los turnos de la mañana y de la tarde. Visconti es uno de los empleados de mayor antigüedad y según explicó, la urgencia y la necesidad “te llevan a tomar a fierro caliente lo que sea”. Respecto de la postura de su familia, dijo que lo entienden como cualquier otro cargo municipal y agregó: “Si lo ven bien a uno la familia también está bien”. Sin embargo, no evitó recordar entre risas, los chistes típicos que lo vuelven protagonista en las reuniones familiares: “Cuidado que éste prepara todo y te lleva”, suelen decirle sus amigos.

El cementerio se configura así, como un lugar místico, sede de almas que según la creencia popular, descansan sólo si sus asuntos en vida fueron resueltos. De lo contrario, vagan en busca de consuelo. Ante el terror que muchos asumen, les produce el cementerio, Visconti enunció que “las personas temen porque están en deuda con alguien” y explicó son numerosos los restos que nunca son visitados. “Hoy los que más asisten son las personas grandes, porque todo evoluciona. Por eso también se está usando mucho más el crematorio que simplifica mucho la situación”, aseguró.

Sobre robos y hurtos

La problemática de los robos y hurtos acontecidos en ‘La Piedad’, generó debates interminables respecto de la necesidad de que se tomen cartas en el asunto. En este contexto, tanto el director del establecimiento, como los empleados, señalaron la incorporación de personal de seguridad privada, además de la presencia policial continua en ambos turnos. A esto, se suman la figura de un efectivo policial que custodia durante la noche y la instalación de cinco cámaras de seguridad que monitorean el cementerio las 24 horas del día.

Tal es así, que ante una situación que arremete contra la sociedad tanto a nivel local como nacional y frente a las exigencias de familiares e interesados, desde ‘La Piedad’ se llevan adelante todas las medidas a su alcance. Según explicó Visconti a ’La Voz de los Vecinos’, se encuentra a disposición del usuario un libro de quejas donde pueden asentarse todos los reclamos y disconformidades. A posteriori, la nota firmada es elevada a la dirección general que trata de apuntar a una solución definitiva.

“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”… François Mauriac, escritor francés (1905 – 1970)
                  





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