viernes, 21 de marzo de 2014

Moda hoy, mugre mañana

Excesivos en cuanto a producción y consumo, los artefactos electrónicos son también descomunales a la hora de contaminar, cuando entran en desuso. En una ciudad inserta en un país que carece de las herramientas legales y físicas para erradicarlos, el problema se acentúa en el marco de un futuro que se piensa desde el desarrollo sustentable.


Una de las problemáticas que genera mayor repercusión en el ámbito de la ecología, gira en torno a los residuos electrónicos. Masivos y excesivamente tóxicos, son la constante preocupación de un sistema que carece de estructuras para neutralizarlos y se convierten en el primer conflicto a solucionar, a la hora de pensar en la configuración de una sociedad sustentable.

En este contexto, el último informe sobre residuos electrónicos publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, determinó que “los países en vías de desarrollo se enfrentan a una montaña de residuos altamente peligrosos que provocarán graves consecuencias para el medio ambiente y la salud pública". Según el estudio, la venta de productos electrónicos en países como India, China, así como también el Latinoamérica, tiende a un incremente altamente pronunciado en los próximos diez años.

Por otra parte, el material no sólo remite a las consecuencias devastadoras de este exceso productivo, sino también al tratamiento que reciben una vez entrados en desuso. En China, por ejemplo, la mayor parte de los residuos electrónicos no se manipulan correctamente y el reciclado se produce a través de la incineración para recuperar metales de valor. Esta práctica libera columnas de contaminación tóxica de alto impacto y la recuperación de los metales es mínima.

Ante una realidad que se extiende a lo largo y ancho del mundo, la ciudad de Rosario no está exenta y son pocas las normativas que hoy rigen en pos de regular la situación. Mirko Moskat, representante del Taller ecologista, forma parte de una organización civil que contribuye a la comunidad mediante la defensa y promoción de un ambiente saludable. Es también uno de los pocos especializados en materia de residuos electrónicos.

La basura electrónica son todos los aparatos electrónicos que pasan al flujo de los residuos. Este es un fenómeno propio de los últimos 50 años, producto de que la durabilidad de los artefactos es menor por una cuestión de diseño y por el incentivo a tener aparatos más nuevos, aun cuando los viejos siguen teniendo funcionalidad”, expresó Moskat al respecto. Y la situación es preocupante: según un estudio de Kantar Worldpanel, los argentinos cambian su teléfono celular en promedio cada 15 meses, una tasa de recambio conflictiva en términos de residuos y fabricación.

Pero, ¿por qué los recursos de elaboración terminan por implicar un problema? El ecologista explicó que “para fabricar un celular hacen falta materiales que provienen de ciertos lugares de África, donde la extracción está asociada a conflictos bélicos que han ocasionado miles de muertes”. Es por ello que el desecho no es la única arista del problema. El consumo de energía, las emisiones de gases con efecto invernadero, la producción de sustancias toxicas, son también elementos que intervienen en la elaboración del producto y determinan el impacto ambiental que éste representa.

Lo cierto es que los aparatos electrónicos poseen en su interior metales pesados y otros compuestos orgánicos, que tienen diferentes efectos en los ecosistemas y en la salud de las personas. “Normalmente están contenidos en el aparato, pero cuando estos pasan a ser un residuo y el equipo termina en un basural o en un relleno de poco control, dichas sustancias se liberan”, aseguró Moskat.  

Momentos después advirtió que cuando se produce la quema en los basurales, las sustancias propias de los desechos electrónicos se liberan en forma de gases que recorren distancias enormes. Los tóxicos pueden encontrarse tanto en el aire de la zona, como en cursos superficiales de agua o napas subterráneas (a causa de los líquidos que ahí se filtran) o en los suelos, afectando a vegetales y frutos.

Para contrarrestar esta situación, desde la Municipalidad de Rosario se viene llevando adelante la iniciativa Rosario Más Limpia, un programa integral donde la higiene urbana adquiere relevancia estratégica y se hace foco en la calidad de vida, los procesos de recolección y el procesamiento de los desechos urbanos. En el marco de esta propuesta y desde el año 2010, se implementa en la ciudad el programa Separe, cuyo objetivo es facilitar la recolección diferenciada de los residuos informáticos y someterlos a su adecuado tratamiento ambiental.

El director general de Desarrollo sustentable, Miguel Ángel Cinquantini, dijo en este sentido, que existe la necesidad de tratar estos residuos de manera diferenciada, es por ello que se alienta a la comunidad a llevar sus desechos informáticos a los diferentes puntos de acopio. “La campaña se realiza todos los meses. El último viernes de cada mes se pueden acercar los equipos en desuso a cualquier Centro de Distrito, de 8.30 a 12 hs. El último sábado, la colecta se realiza en Montevideo 2852 de 9 a 17”, expresó el funcionario.

Aclaró también que se reciben elementos como notebooks, teclados, monitores, mouses, parlantes, impresoras y cables, entre otras cosas y aseguró que la campaña fue creciendo a través de los años y con la difusión. “Del año pasado a éste año ha aumentado un 20% la cantidad de residuos recaudados y este año esperamos volver a superar ese porcentaje”, agregó.

La basura electrónica recogida en los puntos de acopio, es enviada a posteriori, a una empresa habilitada para dar al material el tratamiento oportuno. Es importante destacar que sólo se reciben residuos informáticos y no otro tipo de residuos electrónicos, porque los compuestos de este tipo de desechos son asistidos con un procedimiento en particular, propio a las características de los mismos.

Sobre el vacío legal que existe en Argentina, en torno a esta situación, Cinquantini dijo que “si bien no hay todavía una ley a nivel nacional que regule la producción y tratamiento de la basura electrónica, más allá de las leyes, es importante incorporar el reciclado en la agenda cotidiana del ciudadano común y hacer campañas para seguir trabajando en ello”. En materia de ecologismo, habló también de otras actividades que se llevan a cabo siempre con el apoyo de la ciudadanía.

“La gente puede llevar otros materiales a los Centros de Distrito, como pilas botón o recargables que luego son destinadas a un relleno aislado. Se está construyendo también una planta de compostaje, donde la idea es reservar al lugar una porción de residuos orgánicos para que sean compostados y evitar así que esos residuos sean llevados al relleno sanitario”, destacó.

Poco después dijo que actualmente se llevan adelante propuestas que incluyen al sector gastronómico mediante la recolección de aceites usados para hacer biocombustible. Y en materia de residuos sólidos urbanos, existen tres modalidades para el reciclaje: el ‘puerta a puerta’, donde personal municipal retira los residuos separados, los centros de recepción y las islas en las calles. Esta última busca ser reforzada a partir de la licitación de una nueva empresa para la higiene urbana, triplicando así, la cantidad de islas de separación en la vía pública.

La ONU estima que el mundo produce unas 50 millones de toneladas de basura electrónica por año. De acuerdo con lo expuesto por la Cámara Argentina de Máquinas de Oficina, Comerciales y Afines, alrededor de 66 mil toneladas de equipos eléctricos y electrónicos no tienen utilidad y se encuentran aglomerados en depósitos, casas y oficinas. Por si esto fuera poco, un informe de Greenpeace revela que en la Argentina cada habitante desecha 3 kilos por año, es decir, 120.000 toneladas anuales de basura electrónica.

En este contexto, la realidad de Rosario, la República Argentina y tantos otros países, es la carente infraestructura al momento de tratar y recuperar este tipo de residuos. Incluso son escasas las empresas que procesan y exportan los desechos electrónicos. El Taller Ecologista trabajó desde 2008 con distintas organizaciones, con el objetivo de aprobar una ley en el Congreso que obligase a las empresas a asumir cierta responsabilidad frente a los residuos que producen, pero la discusión fue aplacada y perdió estado parlamentario.

“El proyecto tuvo una discusión larga, se aprobó en el 2011 en el Senado, en 2012 se trató en Diputados y fue aprobado en dos comisiones. Faltaba una tercera cuando, a último minuto, se frenó porque bajó una órden del Ministerio de Industria. No se dijo explícitamente, pero se trató claramente de una movida del oficialismo y se sabe que además hubo un lobby de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos para que no se sancionara”.

Las palabras de Moskat remiten a una realidad que se repite en distintas áreas de la justicia Argentina y mientras tanto, la responsabilidad de la empresa termina en la garantía. No hay responsabilidad por el residuo de su producto ni por los impactos de la producción. “El enfoque de responsabilidad de productor, que ya se aplicó en otros lugares, sería una solución de fondo, porque los estados no pueden correr detrás de cada producto que a la industria se le ocurra sacar al mercado. No tiene la capacidad técnica, económica y no le corresponde”, culminó.

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