En el marco del ciclo de conferencias Primavera Planeta en Rosario, el escritor y matemático bahiense presentó una obra donde compila cuentos que oscilan entre la razón y lo siniestro. Con un particular tono pesadillesco y una mirada que invita ver más allá de lo normal, el literato habló en detalle sobre su nuevo libro.
Nacido en Bahía Blanca allá
por el ’62, supo que sería escritor mucho antes de convertirse en matemático.
Guillermo Martínez desarrolló una manera de escribir exquisita y particular,
orientada a la creación de mundos donde la demencia circunscribe los límites y
el olor a raro penetra en las narices de un lector que elige sumergirse en la
incomodidad de la palabra.
Una felicidad
repulsiva es su último trabajo y el retorno al universo del cuento, tras
recorrer un largo camino de la mano del ensayo y la novela. En el Gran Salón de
la Plataforma Lavardén y en el marco del ciclo de conferencias Primavera Planeta en Rosario, Martínez
presentó su obra, y en entrevista exclusiva con La Voz de los Vecinos, explicó algunos de los aspectos que hacen a
una serie de historias maravillosas…
En su obra conviven la demencia y la
razón, la cordura y lo siniestro. ¿Cómo nacen en usted estas temáticas? ¿Y por
qué elige este clima de perturbador, incómodo y extraño?
En realidad, lo más difícil para
un escritor es saber de dónde vienen los temas. No es algo que yo, deliberadamente
elija, se me van ocurriendo a lo largo del tiempo. En general, la parte más
misteriosa del proceso de creación es cuando la idea surge, y se puede explicar
casi todo a partir de ese momento. De esa primera idea imagino los personajes,
la trama, el quiebre que convierte a una historia en un cuento.
Yo creo que si se mira a la
realidad con cierto detenimiento, siempre hay algo que empieza a volverse
extraño. Esas cosas que uno acepta como naturales, cuando se las mira por
segunda vez, revelan un costado a veces siniestro o pesadillesco. Entonces, esa
es la clase de literatura que a mí me interesa, una literatura que tiene un pie
en la realidad pero que muestra las posibles variantes del horror. Es por eso
que mis relatos parten de una situación familiar o cotidiana y en algún
momento, ya sea por acentuación o escalamiento, llevan a mundos extraños.
En su libro juega con temas como el sexo
y la muerte…
Si, a tal punto que el título
provisorio para este libro era “Los reinos de la posición horizontal”. Pero
luego, a partir de la última nouvelle que escribí para cerrar el libro, entendí
que el conjunto en su totalidad requería un título mucho más abarcativo y es
por eso que elegí llamarlo “Una felicidad repulsiva”; que también alude un poco
a lo que pasa en el libro. Son situaciones cotidianas y banales que en un
momento muestran ese costado tremendo.
¿Por qué crees que al ser humano le atraen tanto los temas tabú?
Hace
poco leí un libro que trata justamente sobre la pasión erótica y sus
representaciones a lo largo de la historia de la humanidad. Desde el principio
de los tiempos hubo un movimiento de represión alrededor de lo sexual, que tuvo
que ver con la cuestión económica, la organización familiar y la tendencia a la
familia monógama. Su mayor expresión se observa en la figura de la Iglesia como
persecutora del pecado y considerando al deseo como demoníaco. El libro
menciona incluso, que el primer pecado capital no era la soberbia, como es en
la actualidad, sino la lujuria.
Hubo
siempre una sublimación del deseo sexual en lo amoroso. Por eso las novelas de
amor galante, el tratamiento de la alta literatura y el erotismo de antesala;
expresiones que no trataban al hecho sexual en concreto. El sexo quedó, para su
representación, en manos de los sátiros, del baño público, de los garabatos de
Pompeya y fue encontrando de a poco la palabra. Pero tardó mucho en expresarse
libremente. Esa tensión se quebró en el siglo XX y se fue al extremo. En este
contexto, es muy interesante para mí tocar un tema que es sumamente importante
en la historia, pero que siempre estuvo bajo un manto de represión. En mis
cuentos afloran esos mundos reprimidos.
La figura de la madre, sobrevive en muchos de los cuentos que componen
este libro. ¿Podría decir que realiza una especie de crítica hacia los errores
maternos? ¿Y respecto de las estructuras familiares en sí?
No
exactamente, uno de los personajes es una madre que sufre una crisis que es
típica de las madres primerizas. La psicología determina tres temas que pueden
ser traumáticos en la vida: la pérdida de un ser querido, un divorcio y tener
un hijo.
Tener un hijo no es algo natural
como se plantea: llevar un niño en las entrañas que se parece a uno y que luego
va a andar suelto por la vida. Esta ciencia describe perfectamente los dos casos
posibles de la maternidad, el rechazo o La sobreprotección. En esta última se
da un intento por volver a la persona al útero y es eso lo que exploto en el
cuento. Nunca se dice que la madre está psicotizada por el parto, pero cualquier entendido descubre en la historia
los síntomas propios. En el caso de “Una madre protectora” la novela gira en
torno a eso, lo horrorosa que puede ser una madre en esa situación.
En una de sus canciones Charly García dice,
"la locura es poder ver más allá". Sus cuentos obligan al lector a ir
más lejos, ¿hay que estar un poco loco para escribir?
Bueno,
a mí me gusta cierto grado de la esquizofrenia, las personalidades múltiples, y
algo de eso traté de expresar en este libro. Que hay miradas diferentes, registros
variados y que la esquizofrenia tiene como lado positivo, el poder sentirse
varias personas a la vez. Incluso en mi caso, yo escribo mucho desde la primera
persona, pero los personajes son muy diferentes entre sí. Cada uno es como una
máscara o un avatar.
Y en
realidad uno anda por la vida siendo un poco esquizofrénico. En el trabajo se
tiene un modo, con los amigos otro y creo que está bueno poder integrar eso a
la escritura. Hay autores que son siempre ellos mismos y eso se percibe. Yo
apelo a que los cuentos sean diferentes entre sí, y en ese sentido, creo que
cierto grado de locura está bien.
Remite en su obra a cuestiones de índole política, como la figura de
León Trotsky, el comunismo y la típica familia burguesa. ¿Cuál sería para usted
el sistema político perfecto? Y esa perfección, ¿puede ser puramente real u
obligadamente fantástico?
Para mí, cualquier sistema político
tiene que llevar esa necesidad de las personas de transformar continuamente. No
creo en la posibilidad de pensar, como una especie de diseño externo, cuál es
el mejor sistema para un país. El país tiene que querer ese sistema. Para mí, debe
ser aquel que, como en una familia, se
proteja a los más indefensos. Dentro de ese marco general la función del Estado
es regular las fuerzas sociales a fin de que los más débiles tengan las mismas
chances que el resto. Esto me parece fundamental y en ese sentido me sigo
considerando de izquierda, pero es una izquierda muy amplia y la igualdad de
oportunidades se puede lograr de muchas maneras. El Estado debe velar por los más
necesitados y creo que cuánto se destina a esos sectores, es la gran discusión.
La segunda cuestión es que haya
una participación de la gente también, es decir, que los sectores marginados tengan
canales de participación y logren por sí mismos salir de esa situación. Eso
tiene mucho que ver con la educación. Yo considero que la educación debería
ser, como en otras épocas, libre, gratuita y verdaderamente obligatoria. Porque
ése es el gran déficit de la actualidad.
Además de escritor, es usted matemático, dos realidades bastante
opuestas…
Bueno,
en realidad no es tan extraño, si uno mira el mundo de la literatura no son tan
incompatibles. Dentro de la matemática hay un montón de cuestiones relativas a
la imaginación, que la gente desconoce. Quien demuestra un teorema tiene que
tener una imaginación e inventiva que termina siendo muy similar a la ficción,
porque también un teorema es la creación de una ficción consistente.
Yo fui
escritor desde mucho antes de ser matemático, la matemática fue casi un
accidente en mi vida. Terminé mi primer libro a los 19 años, cuando todavía no
había decidido dedicarme a la matemática y nunca sentí que fueran opuestos. Fue
una profesión en la que me desempeñé durante mucho tiempo y que me dio ámbitos,
personajes y experiencia de vida.
¿Existe la familia plenamente feliz?
Bueno,
no lo descarto como un caso extremo de la estadística. Como existen los
matrimonios de cincuenta años y las personas que viven ciento cuatro años y
pueden comprobar la garantía del magiclick, también puede existir una familia
plenamente feliz.
En mi
cuento se expone como algo que existe, pero tan lejos que nunca lo conoceremos,
como los habitantes de otro planeta. De cualquier manera, creo que vivir en un
estado de felicidad perfecta sería muy aburrido. La fricción con la vida
siempre tiene sus problemas, pero tiene también su gracia y revela
profundidades que la felicidad perfecta no permitiría. En general, uno ve que
las personas que tienen despreocupaciones económicas, que han nacido en
familias muy protegidas y nunca se han expuesto a la vida, se perciben un poco
planas, como que algo les falta. Tendríamos que preguntarse si en realidad
queremos una felicidad eterna e imperturbable, como la que describo en el
cuento.
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