El deseo es
incesante y las posibilidades minúsculas. Los días comienzan a transcurrir, los
meses, para algunos pasan años, a otros nunca les llega. Con el tiempo disminuyen
las exigencias y se acortan los metros cuadrados; se aprietan las billeteras
como queriendo exprimir al máximo hasta el último centavo, todo en pos de un
único objetivo. Créditos hipotecarios de requisitos inalcanzables, engalanan
las paredes de los bancos en una publicidad engañosa que no hace más que
destruir las ilusiones de un pueblo con sed de verdad. ¿Por qué será que
en la Argentina resulta tan difícil concretar un derecho básico?
En la actualidad,
el valor promedio de una vivienda “tipo”, oscila entre los 700 y los 800 mil
pesos, siempre dependiendo del estado en que se encuentre la casa, su extensión
y la ubicación en que se erija. El costo está sujeto a las fluctuaciones del
dólar, la moneda norteamericana que el país adoptó ‘cariñosamente’ y mientras
tanto, el déficit habitacional aumenta. De acuerdo con el CELS, Capital Federal
tenía una necesidad de 400 mil viviendas para 2004. En Rosario ese cálculo se
traducía en 100 mil, sin contar los asentamientos irregulares que siguen
engrosando la cifra. Diez años después, imaginar la magnitud del dígito
espanta.
Por si esto fuera
poco, la compra de dólares en el territorio nacional se encuentra restringida.
La medida implementada por el gobierno se enmarca en un proyecto contra la fuga
de capitales y el lavado de dinero, que busca optimizar la acción fiscalizadora
de la AFIP. El fin aparenta ser bueno, pero los medios no se justifican para
los pocos que, tras años de ahorro sostenido, se ven imposibilitados de acceder
a un bien inmobiliario a causa de las nuevas políticas cambiarias: Porque sí, a
pesar de la restricción, muchos dueños todavía quieren dólares.
La pesificación del
mercado rige desde noviembre de 2012 para todas las transacciones requeridas en
la compraventa de una propiedad. “Quienes tengan que hacer esas operaciones van
a tener que realizar los pagos en pesos”, había expresado la entonces
presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont. Claro que serían unos
pocos. La familia trabajadora solo podía conformarse con la palabra de bancos
públicos y privados, que se decían accesibles. Se decían, pero lejos estaban de
serlo.
Un trabajador autónomo
cuyos ingresos cuadran en la categoría F del monotributo, no tiene posibilidad
de adquirir un préstamo personal superior a los 60 mil pesos. Dijo incluso un
empleado bancario: “Trabajo en el banco hace seis años, mi sueldo equivale a una
categoría H pero mi casa es alquilada”. Los rótulos no interesan, pero las
pruebas están a la vuelta de la esquina.
Sumado a
esto, la palabra del coordinador del Consejo Asesor de Vivienda, sigue siendo
desalentadora. Con relación a otras alternativas, Ariel D’Orazio explicó: “Existen
herramientas que terminan siendo poco convenientes para quien pretenden la casa
propia, los fideicomiso por ejemplo. En el último tiempo se produjo un abuso
por parte de la comercializadoras que ante el cepo del dólar, establecieron
cuotas en pesos equivalentes al dólar no oficial. El pago de las mismas se
volvió casi imposible”.
DE PROPIETARIOS E INQUILINOS
El fenómeno de los alquileres, es otra de las cuestiones que dificultan la posibilidad de ahorro para la vivienda propia. La especulación creciente de las inmobiliarias y la nula presencia del Estado como organismo de control, permiten la proliferación de abusos constantes y contratos que abalan el deslinde de responsabilidades por parte de los propietarios.
Los gastos administrativos a la hora de renovar un alquiler o darlo de baja, superan cualquier índice inflacionario y el valor de las comisiones es cada vez más elevado. Sin ir más lejos, en 2003 el promedio de comisiones inmobiliarias no superaba el 3% del valor total del contrato, hoy ronda el 6%. Además, en 2013 se produjo un aumento del 35% en los alquileres. La justificación por parte de la cámara que nuclea a las inmobiliarias, era que los incrementos eran consecuencia de una oferta escasa de propiedades. Sin embargo, en lo últimos diez años, se entregaron 14.500 permisos de edificación para Rosario. Entonces… ¿por qué los números suben?
Con una Ley de locaciones de casi 30 años, una Ley de propiedad horizontal más añeja aun y un Estado que promete pero poco cumple, todavía queda mucho por hacer. El ciudadano, por su parte, debe conocer sus derechos y luchar por una ley que se ajuste a la realidad.
TIRAME UN CENTRO
Sacar belleza de este caos es virtud, escribió
Cerati alguna vez. Y en materia de vivienda, no podía ser de otra manera. Al
momento de pensar en un futuro, la línea de créditos lanzada por el Gobierno
Nacional, en junio de 2012, es para algunos la escapatoria. “El Programa de
Crédito Argentino (PROCREAR) es una opción potable para las familias de clase
media. Si se reúnen los requisitos es muy posible obtener una tasa de interés
conveniente, con planes de financiación más que interesantes”. D’Orazio sabe
que falta mucho camino por recorrer, pero rescata la iniciativa kirchnerista
tras años sin políticas de vivienda.
Pero…
¿cuáles son las propuestas? ¿Y los requisitos? El plan proyecta la entrega de
400 mil créditos hipotecarios para: construcción, ampliación y terminación,
refacción,
compra
de terreno y construcción, y compra de vivienda a estrenar. Con
plazos de entre 20 y 30 años, el monto máximo ofrecido alcanza los 500 mil
pesos con una relación cuota – ingreso de hasta el 40%. Las tasas de
financiación son muy bajas y varían desde un 2% a un 14%. Además, el plan se
caracteriza por potenciar el empleo y la producción en distintos puntos del
país.
Con
relación a los requisitos, el asesor de vivienda expresó: “Los solicitantes
deben tener entre 18 y 65 años, más un empleo en blanco con ingreso medio
demostrable”. D’Orazio explicó que este plan tiene incluso una ventaja por
sobre otros: “Con el fonavi se entregaba una tenencia precaria hasta los seis
meses, después de ese plazo el titular tenía que escriturar la vivienda y
generar una hipoteca a favor del Fondo Nacional de la vivienda. Esto nunca
sucedía. Todavía hoy quedan fonavis con tres o cuatro transferencias y sin escritura
definitiva. En el Procrear esto no pasa, porque la casa se escritura y se
hipoteca al mismo tiempo”.
Otra propuesta
anterior también fue “malísima”. El plan para inquilinos, lanzado hace algunos
años, no se medía en base a los ingresos, sino de acuerdo al valor de un
alquiler. Si el alquiler era bajo porque la persona habitaba un monoambiente,
su crédito era correlativo a ese alquiler. “Si la casa costaba 300 mil pesos,
te daban 60 mil y el faltante era enorme”. Posteriormente se publicó un informe
respecto de este plan donde se daba a conocer el total de créditos prestados:
4100 en toda la Argentina. “Inexistente para un país donde el 23% de las
personas alquila”.
Como
complemento a lo anterior, el funcionario mencionó al plan provincial Mi
Tierra, Mi Casa, que “de alguna manera se fue acoplando a la idea nacional”. Se
trata de un programa estratégico que busca promover el acceso a suelo
urbanizado y vivienda, para sectores que buscan una solución habitacional. Con
valores por debajo de lo que ofrece el mercado, la Secretaría de Estado del
Hábitat aspira disponer de lotes con servicios básicos, precios accesibles y
con un financiamiento acorde a la realidad de las distintas clases sociales.
“Una de las medidas
más interesantes que ha desarrollado el Gobierno Provincial, es la creación de
la Secretaría de Hábitat, que permite pensar desde otro lugar y con mayor
compromiso el acceso a la vivienda propia para todos los trabajadores”, dijo el
Asesor de vivienda, sin titubeos. En Rosario, el primer operativo de
inscripción se realizó a fines de 2012 y está prevista una nueva fecha, que
será oportunamente comunicada.
Por
su parte, el municipio está llevando adelante el Plan Hábitat. “Son planes de
erradicación de asentamientos o de reconversión de los espacios de estos asentamientos.
Fuerte Apache es uno de los ejemplos. Se trata de una deuda histórica de la
Municipalidad, un compromiso que asumió con los vecinos del barrio en el año
2004 y que, diez años después, todavía se encuentra en proceso”.
Frente a este
contexto, la lucha continúa. Lo que antes era una utopía, hoy está más cerca de
concretarse. No será fácil alcanzar la vivienda digna, única, propia… pero
tampoco imposible.
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