lunes, 9 de marzo de 2015

Perspectivas de un artista

CALEIDOSCOPIO CULTURAL: Raúl Gómez es una de las pocas personas que hoy es capaz de definirse como ‘feliz’ haciendo lo que hace. Por sus años de experiencia, supo construir una ideología propia en torno al arte, la pintura y la expresión, e hizo de ellos un estilo de vida. En este contexto, un compendio de miradas diferentes, completan su postura sobre aquello que le da sentido a su vida. 


Platón dijo sobre el arte, que se trata de una imitación muy cercana a la mentira. Una copia que hace el artista de aquello que percibe, que a su vez es una imitación de la forma verdadera, alejándose dos veces de la verdad. Sobre la pintura, el filósofo señaló que el pintor se limita a observarlo todo desde un único punto de vista; una perspectiva unilateral que sirve al arte para destruir lo cierto y aniquilar en su esencia todo vestigio de realidad. Pero… ¿cómo describiría el artista a su propio arte?

“La pintura para mí es salud”, dijo un hombre de mirada sólida y voz extremadamente calma. Mientras preparaba el mate en la cocina, sus palabras invadían tenues la serenidad de una tarde cansada. Y fue entonces, cuando las diferencias salieron a la luz: para la razón y el diccionario, el arte es una virtud, disposición y habilidad para hacer algo. Para los sentimientos del artista, es un acto inteligente del ser humano, porque una sociedad sin arte es una sociedad muerta.

Raúl Gómez es artista plástico y su casa es el enorme lienzo donde descansa la libertad de sus obras. Para él la pintura es belleza y tiene que ver con la expresión en su máxima expresión, con todo aquello que se sublima a través del arte. “También dentro del horror permanece el arte”, dijo contundente, y agregó que es ahí cuando el creador deja de ser creador para convertirse en instrumento, para decir sin palabras lo que otros callan. A simple vista se lee en Raúl un aura distinta, ese ‘que se yo’ que tienen los artistas y que para la Psicología del Arte sigue siendo una incógnita.   

En su artículo Los problemas de una psicología del Arte, Gisele Marty describe posibles explicaciones para comprender qué factor o factores inciden en la creación artística genial. La letrada habla de causas genéticas cuyas raíces residen en la herencia familiar; un origen evolutivo donde las experiencias personales y subjetivas del individuo lo llevarían a desarrollar capacidades artísticas sobresalientes. Menciona también una razón sociocultural que entiende al artista como consecuencia del contexto; e incluso causas psicopatológicas, según las cuales el don de la genialidad es producto de una lesión cerebral.

Las teorías son muchas y Raúl puede haberse contagiado de cualquiera de ellas. Pero lo cierto es que, en un mundo que vive desfasado, encontrar a una persona feliz haciendo lo que hace no sólo es extraño sino también maravilloso: “Yo me considero un privilegiado. A mí me tocó. En tercer grado recitaba poesías sin que nadie me las pidiera, ya algún chip no andaba bien, lo socialmente normal era otra cosa. Es difícil pensar en uno como artista consumado porque tuve que librar muchas peleas, incluso internas, conmigo mismo. Una vez leí en la introducción de un libro que cuando el genio aparece tiene por estigma que los necios se conjuran contra él. Porque nadie quiere ver la expresión en su mayor contenido cruel”.
           
            Sin embargo, es en esa crueldad donde fulgura reluciente el espíritu del verdadero artista. Ese que entiende en el arte una herramienta para el compromiso con su tiempo, la reafirmación de la memoria y la denuncia de lo que está mal, de aquello que lastima. Más allá de cualquier creencia religiosa, expresó hace tiempo Juan Pablo II: “Todos los artistas tienen en común la experiencia de la distancia que existe entre la obra de sus manos y la belleza percibida en el momento creativo. Lo que logran expresar en lo que pintan, esculpen o crean, es sólo un reflejo del esplendor que durante unos instantes ha brillado ante los ojos de su espíritu”. Para nuestro artista, dicho esplendor puede venir a contar lo bueno o lo malo, pero es importante que la obra siempre contenga información. Y agregó Raúl: “El creador es el emisario de su presente, es él el que marca una situación social y es en su obra donde se puede apreciar verdaderamente la memoria”.

Creer en la memoria es llevar en la sangre el verdadero gen argentino, ese que no perdona y jamás olvida. Gómez entiende por artista comprometido, a aquel que pinta una tortura sabiendo que con ello no va a alegrar la vida de gente. Cuando el pintor logra que un hombre llore frente a una imagen porque vuelve a sentir lo que ya vivió en carne propia, es cierto que repite el dolor, pero también enarbola las banderas de la libertad. Como escribió García Márquez, mucho antes de irse de gira… La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.

Como artista, ¿qué banderas enarbolás?: “Sobre todo, creo que el derecho número uno de todo ser humano: la libertad. Ser libre. Libre de pensar, libre de equivocarse, libre de decir lo que tenés que decir, libre para no tener miedo. Libre con esa libertad que respeta al otro, una libertad inteligente. A partir de eso podemos hacer todo”.
             
              Pero el análisis de un artista nunca estaría completo sin pasar por la censura. Ese candado que algunos usan para encerrar en un viejo sótano las ideas de un pueblo, antojeras que limitan la mirada hacia una única dirección y cierran la boca de los que tienen para decir un discurso diferente al oficial y establecido. “La pintura te ayuda a decir lo mismo de otra manera. Es como cuando Charly García cantaba Alicia en el País en la cara de los militares y los tipos no se daban cuenta”, explicó Raúl. Y en su mente tal vez escuchaba  suave la voz de una artista que, sin querer daba sentido a sus palabras: “Toda censura es peligrosa porque detiene el desarrollo cultural de un pueblo”…  le susurraba la negra Sosas desde algún lugar por allá arriba.
                
             Nuestro artista piensa cada una de sus respuestas, como si se jugara en ellas la vida. Para él no es una simple entrevista, es su alma la que está siendo cuestionada y sólo pretende decir verdad. La misma verdad que reflejan sus obras, todas atravesadas por algún momento de su vida. El recuerdo su madre entra en escena y dice de aquel cuadro que pintó cuando ella ya no estaba. “Yo creo que hay que apostar a los sueños”, esboza de pronto. En sus ojos brilla la historia de una profecía incumplida: Todos los artistas mueren pobres o borrachos. Raúl sabe cuan arduo fue el trayecto, pero asegura que ha valido la pena: “No creo que haya persona más segura en el mundo, que aquella que sabe para qué vino”. Cual el poeta uruguayo, Mario Benedetti: No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo.  

“Yo a veces pienso en los pares, las personas que sin estar haciendo lo mismo viven de la misma forma. Se complementan, se ayudan. Esa es una sociedad decente, no esa sociedad mezquina que basa sus valores únicamente en lo material”.

Pero más allá del amor y la entrega que implica pintar una obra, las aristas económicas también son parte importante de la vida del artista. ¿Para quién crea? ¿A cambio de qué? Pablo Picasso dijo que un pintor es un hombre que pinta lo que vende. Un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta. Ahí está la diferencia. Nuestro artista también vende su trabajo, pero lo crucial, según  él, es poder transmitir algo: “Es como un mensaje dentro de una botella, va a haber personas que lo lean y otras que lo dejarán seguir. Lo mágico es el cambio que puede producir en el que sí lo recibe. Y, ¿para qué comprar un cuadro?... Para hacer más bello tu día”.

EL MOMENTO DE LA CREACIÓN

                Ensayos sobre la creación artística suponen que la capacidad de gestar, echar a volar imágenes, crear y recrear espacios de fábula y sentirse dueño de esa creación, le permite al hombre desenterrar su riqueza interior más profunda, como solo puede hacerlo el que se aventura en el mágico mundo de lo imaginario. Para algunos ese país maravilloso es casi como un hogar, un mundo que más que mágico es cotidiano, más que inalcanzable se entremezcla con las cosas de todos los días.

                Raúl busca desmitificar el hecho de la creación: “Uno no está metido en una dimensión desconocida y diferente, es más bien habitual”. El trabajo para el artista comienza con una temática que debe ser capaz de movilizarlo y que nace en su cabeza, en ese espacio que sólo es propio de las ideas y desde el cual se trabaja incluso cuando no se está trabajando. “Es un todo”, declaró Raúl. Poco después el estilo entra en juego para ser derrotado por las motivaciones: “No tengo un estilo particular porque me interesa más la gente motivada que la gente con estilo. La gente con estilo puede ser eternamente aburrida”.

                El artista entendió para su vida que el arte le permite cambiar, ensayar, jugar. Comprendió que hay cosas que en la vida real no puede hacer pero que en la pintura está habilitado. Raúl supo ver que no hay peor cosa que la encarcelación de uno mismo por temor a ofender y dijo también que un cuadro es real cuando, más allá de las presiones, produce felicidad al hacerlo. Con los años entendió que los otros nunca van a querer que naufragues, que te equivoque, pero en la vida real los golpes son reales y los riesgos necesarios. Descubrió además que el artista profesional no existe, porque el arte no te permite graduarte, aunque sí se puede ser profesional de la mentira y eso es realmente triste.


                “Un cuadro tiene que tener poesía”, dijo Raúl mientras recordaba al pintor que fue. Porque en el proceso, explicó, persiste la búsqueda interna de uno mismo y hay un pintor que permanece en la obra y que no regresa. Una canción de Serrat le sirvió de apoyo para expresar lo que anhelaba decir… no es que no vuelva porque me he olvidado, es porque perdí el camino de regreso. En el cuadro está el recuerdo, la memoria de la que antes hablábamos. La memoria de un pueblo, pero también la historia de un artista, su identidad, todo su ser. Cuando una obra se va, ocurre que se multiplica. Lo importante es no perder el rumbo, no salirse del camino. Como dijo Raúl Gómez, el artista: “La vida es corta, si no lo hacés ahora, ¿cuándo lo haces? Podés creer en otra vida, pero yo, quiero vivir esta”…

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